Las nuevas tecnologías de la comunicación han provocado una profunda transformación en la forma en que se produce, distribuye y consume información en la sociedad contemporánea. La irrupción de plataformas digitales sin barreras formales permite la creación y difusión masiva de contenido digital que, con frecuencia, carece de formación académica, sustento científico y responsabilidad ética. Esta dinámica plantea importantes retos para la construcción del conocimiento y la cohesión social.
Castells (2015) sostiene que la comunicación en red es un fenómeno clave para entender el poder y la participación ciudadana en la era digital, pero advierte sobre las consecuencias del acceso irrestricto a la información sin filtros de calidad. La ausencia de formación y criterios rigurosos en la generación de contenido incrementa la prevalencia de desinformación, noticias falsas y discursos polarizadores, afectando la confianza pública en los medios tradicionales y la capacidad crítica del receptor.
Manovich (2020) enfatiza que la masificación del contenido digital sin control genera una sobrecarga informativa y dificulta la validación del conocimiento. Esta situación exige una alfabetización digital robusta y una regulación ética para asegurar que la comunicación digital contribuya a una sociedad informada y responsable. Además, García & López (2023) describen la necesidad de establecer normativas que equilibren la libertad de expresión con la responsabilidad en ambientes digitales.
Por lo tanto, la sociedad académica y los diseñadores de políticas públicas deben colaborar en la promoción de procesos educativos y formativos enfocados en la comprensión crítica de los medios digitales, la responsabilidad en la creación y difusión de contenidos y la implementación de mecanismos de autorregulación y control ético. Solo así será posible maximizar los beneficios democráticos de las tecnologías de la comunicación y minimizar sus riesgos sociales y culturales.
